Los cuadernos que escribieron una historia que no debemos repetir

Hoy comenzó el juicio por los cuadernos de las coimas. Esto no es un hecho menor: se trata del caso de corrupción más grande de la historia argentina, con decenas de empresarios y exfuncionarios kirchneristas, entre ellos una expresidenta, acusados de haber usado el Estado para enriquecerse mientras millones de argentinos esperaban rutas, aeropuertos, puertos, escuelas, hospitales y viviendas que nunca llegaron o costaron mucho más de lo que debían.

La corrupción no solo vacía las arcas públicas: vacía la esperanza. Hace que los argentinos desconfíen de la política, del Estado y, sobre todo, de la posibilidad de que las cosas se hagan bien. Por eso este juicio importa tanto: porque nos recuerda qué pasa cuando el poder se usa para robar en lugar de servir.

Desde el PRO creemos profundamente que las obras públicas no tienen por qué ser sinónimo de corrupción. Se pueden hacer con transparencia, con planificación, con control y con resultados. Lo demostramos cada vez que nos tocó gobernar: obras que se iniciaron y se terminaron en tiempo y forma, con presupuestos claros, con licitaciones abiertas, con auditorías públicas y con orgullo de gestión. La lista es infinita: el Paseo del Bajo, el Belgrano Cargas, los aeropuertos, los puertos, hospitales, escuelas, rutas, plantas de tratamiento de agua y más.

Porque mientras el kirchnerismo usó la obra pública para enriquecerse, nosotros la entendimos como una herramienta de transformación real. Porque hacer no es un privilegio: es una obligación del Estado.

Hoy, más que nunca, es momento de recuperar ese sentido del hacer. De demostrar que no hace falta robar para construir, ni dejar de hacer para ser honestos. Que se puede gobernar con integridad y al mismo tiempo con resultados, haciendo lo que hay que hacer.

El PRO nació con esa convicción: que la política no puede ser un negocio, ni un obstáculo, ni un freno. Que el cambio verdadero no está en los discursos, sino en las obras que transforman de verdad la vida de la gente.

Creemos en un país donde cada peso de los argentinos vuelva a los argentinos. Donde la obra pública sea sinónimo de orgullo y no de sospecha. Donde la transparencia y la eficiencia sean el punto de partida, no la excepción.

Porque cuando las cosas se hacen bien, los resultados hablan por sí solos. Y porque el futuro de la Argentina no se construye con coimas, ni con excusas: se construye con trabajo en equipo, con honestidad y con gestión. Ese es el camino.

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